La “Lección de Optimismo”
Lejos de aquel augurio de una Argentina condenada al éxito, parece que solo nos preparamos para la acumulación de los fracasos que nos esperan después de cada turno electoral. No parece éste ser la excepción.
El contexto, político, social y económico es un llamado a la responsabilidad de los políticos para que finalmente, con grandeza, se pueda reconstruir una alternativa que abra un camino de esperanza.
Quienes gobernaron antes y ahora son los responsables directos de todos los males que padecen los argentinos (desempleo, pobreza, inflación, endeudamiento, caída de actividad económica, precariedad institucional, por solo nombrar algunas cuestiones). Es imposible pensar que, quienes son y fueron el problema, puedan tener la solución.
Sin mucho romanticismo y con bastante racionalidad y también pragmatismo, recibimos la candidatura de Lavagna como una opción para enrolarnos en una campaña difícil para acompañar dignamente esa salida de la grieta. Hasta me animaría a decir que para algunos generó un entusiasmo exagerado pero aceptable en medio de lo que hay.
Nos integramos porque también eso nos facilitaba internamente una cohesión del Partido que superaba situaciones complejas difíciles de resolver, pudiendo trabajar todos en conjunto hacia el mismo lado.
Lo hicimos como siempre, poniendo lo mejor de nosotros, militancia, compromiso, vocación, liderazgos, con limitaciones nuestra territorialidad pero instalada con buena gente. Y sobre todo con nuestro Partido y su realidad, sin mentiras. Siempre lo hemos dicho, somos un partido chico, nuevo, pero no es un sello que hace negocios en las elecciones.
Con nuestra verdad nos metimos en una negociación que terminó mal. Muy mal. No solamente porque no obtuvimos los espacios sobre los que teníamos expectativas y merecimientos, sino porque fuimos maltratados en esa negociación y porque lo que se había dicho como un lugar de convocatoria amplia, diversa, con decisión de salir a disputar en serio un tercio, ya no era así.
No se nos dejó tomar parte en decisiones y se nos comunicó prácticamente que quedábamos afuera de todo.
Ello no era solo ese desplazamiento y una nueva frustración para el GEN, sino que era la renuncia a una estrategia fundamental como nuestro aporte: la convocatoria a los muchos argentinos decepcionados del actual gobierno que sin ser peronistas podían volcarse hacia una oferta electoral que expresara al progresismo.
No tuvimos lugares en las listas para tener visibilidad y eso terminaba siendo funcional a los extremos de la grieta a la que pretendíamos superar.
Asumo de manera personal los errores y los malos resultados. Pero de las crisis se sale haciéndose cargo, para arriba y para adelante.
Si volvemos a leer la “Lección de Optimismo” de Joaquín González, fundador de la Universidad de La Plata, van a encontrar algo de lo que pienso: La derrota nos hace más fuertes, más idealistas, porque los únicos derrotados son los que no creen en nada, los que no conciben un ideal, los que solo ven el camino de su casa o de un negocio y reniegan de todo cada vez que les sale mal un cálculo financiero o político.
Mucho trabajo tendrán los enemigos para sacarnos del campo de batalla. Porque peleamos con las ideas y los sueños. Está claro de todos modos, que esto es insuficiente para hacer frente a la enorme desazón que tenemos hoy.
Pero nunca sacar el cuerpo, sino siempre saliendo hacia adelante. Hay demasiados esfuerzos puestos en esta hazaña y no vamos a tirar todo por la borda. Siempre valdrá el esfuerzo para acompañar a quien, en nombre del conjunto, se pone al frente de una pelea, y sobre todo cuando esa pelea es muy difícil y aunque el lugar sea mucho menor al que esperábamos. Es tiempo de acompañarnos, de apoyarnos.
Y también de repensarnos. Sin duda, el repliegue hacia la identidad política nos dará la tranquilidad para sentir que vale la pena militar en un partido que se sostiene en las ideas. Hay que redefinir el progresismo y asumir protagónicamente la representación de este espacio ideológico para no tener que depender de otros. Volver a las fuentes, pero también experimentar una apertura a la que no nos hemos acostumbrado.
Nunca fuimos generosos en la apertura. Cuesta demasiado incorporar nueva y buena gente que desde adentro se ven como competencias no queridas. Eso ha limitado nuestro crecimiento. Ahora es urgente salir a buscar con amplitud nuevos liderazgos. Eso nos va a mejorar. No se trata de rifar identidad, sino de reconocer la necesidad de abrirnos y encontrar en otros aquello que nos complementa. Porque estamos muy lejos de ser, por nosotros solos, perfectos y completos.
Ese debe ser el mayor desafío. Dejar que los más jóvenes efectivamente transiten su proceso hacia el reemplazo de los que cargamos tiempos y fracasos. Nos hará mucho bien encontrar otros lugares desde donde volcar nuestras experiencias.
No se trata solamente de pensar en un futuro para el Partido GEN. Se trata de sostener, con vocación militante, un compromiso patriótico por una Argentina mejor.
Es solo una elección, no es la vida, no es la Patria. Pasaron muchas antes y vendrán todavía muchas más. Aún del dolor y de los errores siempre se aprende. Ahora hay que ayudar.
Para los más viejos, son versos repetidos. Para los más jóvenes les digo que Almafuerte nos ha levantado muchas veces antes de ahora:
Si te postran diez veces, te levantas otras diez, otras cien, otras quinientas...
No han de ser tus caídas tan violentas ni tampoco por ley, han de ser tantas.
No te des por vencido, ni aun vencido, no te sientas esclavo, ni aún esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo, y arremete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido, que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo;
no la cobarde intrepidez del pavo que amaina su coraje al primer ruido.
Procede como Dios que nunca llora, o como Lucifer que nunca reza,
o como el robledal, cuya grandeza necesita del agua y no la implora...
¡que muerda y vocifere vengadora ya rodando en el polvo tu cabeza!
Gracias. Los abrazo desde el corazón,
Marga